Correspondencia
#4 - Sobre adaptarse a un nuevo país, cumplir 37, y la vida sin queso cremoso.
El sábado fue mi cumpleaños y tenía una carta lista para enviarte, pero el mundo está tan convulsionado y las noticias internacionales son tan desoladoras que un texto cumpleañero me resultaba inoportuno. Dudé todo el fin de semana si enviarla o no.
Al mismo tiempo, celebrar lo lindo y simple del pequeño entorno que me rodea, con todas sus contradicciones, es mi refugio frente al caos global. Así que entre culpa, agradecimiento y confusión te envío esta carta, con unos días de retraso, y un abrazo grande desde el verano canadiense.
Hola, ¿cómo estás?
Empiezo esta carta con una fe de erratas. En marzo te escribí contándote sobre las cuatro etapas en el proceso de choque cultural que experimentan todas las personas que se mudan a otro país (acá). Con un poco de arrogancia te decía que de la luna de miel, donde todo se ve maravilloso, habíamos pasado directamente a la etapa de ajuste, cuando uno ya sabe qué esperar del país anfitrión y empieza a hacer amigos en la comunidad local. Creía que nos habíamos salteado la etapa de transición, que es cuando el viajero empieza a extrañar y siente enojo y frustración porque la vida no es como en casa.
Pero te confieso que en mayo renegué bastante de nuestro nuevo hogar y fue un mes que se sintió más cuesta arriba.
Primero, la temperatura. Pasé más frío en mayo, que supuestamente es primavera, que en enero y febrero que es pleno invierno. Aunque la temperatura en la calle ya no era bajo cero, en mayo siguió haciendo frío, a veces con sensación térmica de entre 1 y 2 grados. Lo peor fue que el edificio donde vivimos desactivó la calefacción y encendió el aire acondicionado el primero de mayo, así que pasamos todo el mes abrigados adentro del departamento. Sumado al frío, abril y mayo fueron super lluviosos. Tuvimos unos pocos días de sol y aprovechamos a pasear por Elora, un pueblo super pintoresco a 115 km de casa, compramos quesos en una granja local, e hicimos senderismo. Pero comparado con los días soleados que tuvimos en invierno, mayo se sintió mucho más oscuro e invernal.
Segundo, nuestra vida social. Conocer gente y hacer amistades me resultó muy fácil cuando llegué a vivir a Australia y a Estados Unidos. Pero Canadá está siendo mucho más desafiante. No soy estudiante y sigo buscando trabajo, por lo que no tengo espacios diarios donde me vea obligada a charlar con gente nueva. En una cultura en donde la gente no se saluda en el ascensor, ni en el gimnasio, ni en la calle, a Biko y a mí muchas veces nos ven como bichos raros cuando les decimos hola a los desconocidos. Hace unas semanas empezó a trabajar un recepcionista nuevo en el edificio y los primeros días me dejaba pagando con el saludo. No sé si era por vergüenza o porque se sentía abrumado con el nuevo trabajo, pero no me di por vencida y le seguí diciendo hola cada vez que entraba o salía. Ahora me saluda él primero.
Tercero, el idioma. Después de vivir cuatro años en Nueva York, no puedo evitar comparar Toronto con la gran manzana y extrañar el movimiento de ese monstruo metropolitano con más de 8 millones de habitantes y un 30% de población latina. En cualquier barrio de Nueva York, escuchar español era algo de todos los días. En la calle, en el supermercado, en el subte, en el trabajo, el abanico de acentos latinoamericanos me cobijaba sin esfuerzo. En Toronto, en cambio, la presencia latina es muchísimo menor. Según el censo del 2021, solamente el 2,8% de la población de Toronto habla español como lengua materna.
Por último, la comida. Hace mucho que vivo lejos de casa y estoy acostumbrada a buscar alternativas alimenticias. En Australia hacía dulce de leche casero hirviendo las latas de leche condensada. En Estados Unidos tenía miles de opciones de supermercados latinos y podía comprar alfajores, galletitas, yerba, tapas de tarta y empanadas con facilidad. Lo que no conseguía en el supermercado, lo compraba por internet a las empresas que hacen envíos desde Argentina, incluyendo queso cremoso. Pero acá en Canadá no puedo conseguirlo ni comprarlo online porque las regulaciones de importación no lo permiten. ¡Una tragedia!
Si sos de mi país, sabés lo importante que es el queso cremoso y que lo usamos en todo: empanadas, sándwiches, pizzas, arriba de la milanesa, hasta en el arroz —sí, los argentinos comemos arroz con queso para sorpresa del resto de mundo. El queso muzarella es parecido, pero no lo mismo, y para una persona argentina no hay queso que reemplace al queso cremoso. Es difícil explicarlo para alguien que nunca lo probó, así que te comparto esta publicidad para que veas por vos mismo lo maravillosa que es la vida con queso cremoso.
El 21 de junio fue mi cumpleaños, una fecha que suele ser difícil si estás lejos de todo lo conocido y te sentís tan homesick y nostálgica. Pero estrené mis 37 más cerca de casa de lo que podía imaginar.
❤︎ A la mañana Biko y Gatita me trajeron el mate a la cama. En Yemen no se toma mate, pero él aprendió a preparármelo y puede explicarle la tradición matera a cualquiera mejor que yo.
❤︎ Más tarde mis vecinos y amigos ucranianos me sorprendieron con alfajores de maicena caseros para el desayuno. No sé si ellos llegan a dimensionar lo significativo del gesto que tuvieron: buscaron la receta en internet, consiguieron el dulce de leche y se pasaron varias horas en la cocina para regalarme felicidad. No tenemos muchas amistades en Toronto todavía, pero George y Olena valen por miles.
❤︎ Al mediodía fuimos a Dulce Aroma, una panadería argentina que hacía un festival por el día de la bandera. Rodeados de celeste y blanco cantamos el himno, comimos un platazo de asado, e hicimos sobremesa escuchando folklore. Los organizadores del evento no sabían que me estaban dando un regalo de cumpleaños invaluable.




Cuanto más vieja años paso lejos de Argentina, más extraño y más me cuesta adaptarme a los nuevos contextos. Pero al mismo tiempo, me siento afortunada de encontrarme gente nueva en el camino que construye hogar conmigo en cualquier lugar del mapa. A pesar de los 9 mil kilómetros que separan Toronto de Junín, este fin de semana me sentí en casa.
🎁Si querés hacerme un regalo de cumpleaños vos también, podés compartir La Platypus y me ayudas a que este proyecto siga creciendo.
🎁También podés regalarme el equivalente a un alfajor o un café para que siga buscando productos argentinos en Toronto:
Desde Argentina vía Mercado Pago, alias mariapiamaiti.mp
Desde cualquier país vía PayPal
Hasta la próxima.
María Pía
¡Feliz cumple, María Pía! Muchos de quienes estamos lejos nos sentimos con nostalgia en fechas especiales, ¡más si no hay queso cremoso! Que hayas tenido un hermoso día, que en un contexto mundial tan duro, cómo bien dices, es un privilegio hermoso.
Feliz cumple, Pía!! Vayamos al asado cuando vuelva de Argentina :)