Cosas que pasan en una escuela
De cuando era docente y dos recomendaciones si tenés ganas de leer.
Año 2017
La Plata, Argentina
Aula de tercer grado
Faltan dos minutos para que termine el recreo y me acerco a la puerta del aula de tercer grado. Es mi segunda clase del día. Tengo varios libros en las manos, la mochila pesada en la espalda y el sabor del mate que me convidaron en el pasillo todavía en la boca.
Los peques de primero, segundo y tercero comparten el recreo y todavía están jugando, aprovechando hasta el último segundo fuera del aula. Yo me apuro. Preparé un juego para esa clase y quiero esperarlos con todo listo para empezar la actividad.
Abro la puerta decorada con cartulinas de colores y lo veo a Ren parado al lado del pizarrón, con un marcador en la mano y una sonrisa de oreja a oreja.
—Para vos, Pía —me dijo lleno de felicidad y salió corriendo al pasillo, sin darse cuenta de que el recreo ya casi había terminado.
Año 2018
La Plata, Argentina
Aula de quinto grado
Estamos trabajando con números. Para que practiquen cómo decirlos en inglés empiezo a darles sumas y restas hasta que llegamos a un cálculo grande que no espero que puedan resolver mentalmente. El objetivo no son los cálculos matemáticos, sino usar números en contexto.
Todos se ríen de la cuenta imposible, menos uno. Miguel piensa unos segundos y dice el resultado. Se me viene a la cabeza la película Matilda, basada en el libro de Roald Dahl.
Si viste la peli, sabés exactamente de qué escena estoy hablando. Si no viste la película, ¡andá a verla ya!
Yo no soy la maestra Miel y mi alumno no tiene superpoderes para mover cosas con la mente como Matilda, al menos que yo sepa. Sin embargo, me quedo todo el día pensado que el proceso de enseñanza-aprendizaje tiene una magia inexplicable, igual que en las historias de Roald Dahl.
Año 2019
Union City, Nueva Jersey, USA
El living de mi casa
Estoy ordenando la biblioteca. Me mudé hace poquito y traigo varios libros conmigo. Menos de los que me gustaría y más de lo aconsejable cuando una anda mudándose de país en país. No tengo apuro y los abro uno por uno, releo las notas que dejó mi yo del pasado, me acuerdo dónde estaba cuando leí esas historias.
Escondido en una página de La tierra del fuego de Sylvia Iparraguirre me encuentro con una hoja de papel A4, sin renglones, esas que usamos para imprimir. Tiene palabras escritas, pero no es mi letra y me lleva unos segundos reconocer su origen. Es un regalo de Feli, el nene con los rulos más saltarines del jardín de infantes. Un travieso listado de nombres que desafió fronteras escondido de polizón en un libro sin mi permiso.
Me quedo sentada en el piso con todos los libros que todavía no acomodé a mi alrededor y me acuerdo del último día de clase de diciembre del 2018. Estábamos en el aula, ya habían terminado las ceremonias de cierre del ciclo lectivo y en poquitas horas empezábamos oficialmente las vacaciones de verano. Mientras los demás jugaban, Feli me pidió una hoja y le dedicó un largo rato en silencio.
—Seño, te hice esto para que no te olvides de nosotros. Están todos los nombres. Hasta el año que viene —me dijo con la mano extendida, los ojos grandes y la sonrisa amplia sin algunos dientes.
Me dio un abrazo fuerte y se fue a jugar un rato más hasta que lo vinieran a buscar sus papás. Con la emoción atragantada le agradecí el regalo y lo guardé en el libro que llevaba en la mochila.
Del 2013 al 2018 trabajé en educación inicial, primaria y secundaria en varios colegios de la ciudad de La Plata, en Argentina. De esos años, guardo en la casa de mis padres incontables dibujitos y cartas, una de las demostraciones de amor predilectas de los más chiquitos. También guardo una gran colección de anécdotas desorganizadas en cuadernos, diarios y notas en el celular. El miércoles pasado, 11 de septiembre, fue el Día del Docente en Argentina y se me dio por desempolvar algunos de esos recuerdos. En esta entrega, elegí compartirte algunos.
Es posible que si me encuentro a Ren, Miguel o Feli hoy en la calle no los reconozca, pero son algunos de los alumnos que me enseñaron a ser docente y siempre me van a acompañar, aunque ellos no se acuerden de su curiosidad infantil y yo ya no trabaje más en la escuela.
Si tenés ganas de leer:
Hace un tiempo leí Las Señoritas de Laura Ramos. Es un libro sobre las maestras estadounidenses contratadas por el gobierno argentino en el siglo XIX para fundar escuelas en todo el país. Si te interesa la historia y la vida de mujeres extraordinarias, poco convencionales para su época, creo que este libro te puede gustar. Te dejo esta entrevista que le hizo Hinde Pomeraniec a la autora en Radio Nacional.
Flor, de Hartas, compartió esta publicación. Una interesantísima reflexión sobre el rol docente hoy en día. Como siempre, te recomiendo su newsletter.
Mis saludos a todos los docentes y hasta la próxima publicación.
(María) Pía