Tres festejos: #3 Sábado
Las diferencias entre una boda argentina y una yemení, el vestido de cuento difícil de mover, y una experiencia hermosamente única.
Cuando llegamos a la casa después de la última fiesta en la serie de festejos, mi cuñado me preguntó cómo eran de diferentes las bodas en Argentina.
Se sorprendió cuando le dije que se hace una sola fiesta, o dos si contamos una reunión después del civil. Normalmente el civil es el viernes al mediodía y los novios se reúnen con familiares y amigos a almorzar para celebrar la legalidad de su unión. Si es un matrimonio católico, la fiesta es después de la iglesia el sábado a la noche. Los invitados llegan al salón y esperan a los novios, que andan por algún lugar de la ciudad sacándose fotos. Después de la gran entrada de los recién casados, se baila el vals y la noche continúa con baile y comida en modo repetir hasta las 6 o 7 de la mañana.
Le expliqué en detalle qué opciones hay en la entrada, los tipos de platos principales, y el postre. Le dije que después de la mesa dulce, llena de tortas, frutas, y cualquier cosa dulce que esté de moda, un casamiento argentino puede incluir pizza o papas fritas en caso de que alguien todavía tenga hambre después de tanto baile. Y agregué, no te sorprendas si después de eso también hay desayuno con mate, café y medialunas recién horneadas.
Con cada nuevo detalle mi cuñado abría más los ojos, confundido y fascinado a la vez.
−¿Por qué tanta comida? ¿Realmente comen todo eso en una noche?
−Bueno… sí. Son muchas horas de baile y emociones y hay que reponer las energías para festejar hasta la mañana −traté de darle sentido a una idea que a los oídos de un no argentino sonaba ilógico. No sé si lo convenció mi respuesta.
Todo lo que le contaba era nuevo para él. En Yemen las mujeres y los hombres no celebran la boda juntos. En nuestro caso, a Biko lo celebraron los hombres el domingo y a mí las mujeres el jueves y el sábado. Te preguntarás, ¿por qué dos fiestas para mí?
El jueves fue más íntimo, con alrededor de 40 mujeres. Como te conté en el relato anterior, normalmente lo organiza la familia de la novia para sus familiares y amigas. Un pre festejo antes de la gran fiesta.
El sábado, las invitadas a mi boda sumaron 350 mujeres, de entre 7 y 80 años, incluidas la familia, las parientas cercanas y no tanto, amigas, conocidas y vecinas. La fiesta empezó a las 7 de la tarde y duró hasta las 11 de la noche, pero el catering fue más de merienda que de cena. Había té, bocaditos dulces y sándwiches que la mayoría de las mujeres se llevaron a sus casas. ¿Por qué desperdiciar las cortas cuatro horas de la fiesta en una actividad tan mundana como comer cuando hay tanto para charlar y buena música para bailar?

Biko y yo fuimos los primeros en llegar, pero no para recibir a las invitadas. Fue como si jugáramos a las escondidas, porque nos recluimos en un cuartito privado al fondo del salón para que las invitadas no nos vieran cuando llegaran. Una fotógrafa nos mantuvo ocupados diciéndonos cómo posar para la cámara mientras las mujeres elegían estratégicamente en qué mesa sentarse para tener la mejor vista de la pareja.
El cuartito tenía dos puertas. La primera lo conectaba a una entrada lateral del salón; la segunda a una gran escalera que descendía al centro de una plataforma, con las mesas redondas a los dos lados. Cuando ya estaban todas ubicadas y ansiosas, yo hice mi entrada bajando muy lentamente escalón por escalón. Me habían dado instrucciones de bajar lo más lento posible para que todas pudieran verme bien, pero la verdad es que el vestido era tan pesado y difícil de manipular, que las instrucciones fueron totalmente innecesarias. No hubiera podido caminar rápido aunque quisiera. Biko había entrado por la puerta lateral, sin que nadie le prestara mucha atención, y su sonrisa divertida me recibió al pie de la escalera. Sabía que iba a tener que ayudarme a moverme con el vestido para cruzar al otro extremo del salón, me tomó del brazo y se unió a mi paso lento.
Mientras caminábamos me puso muy feliz ver los rostros de las mujeres que me habían intentado enseñar a bailar el jueves anterior. Las había visto solo una vez, pero me hicieron sentir que de los 350 pares de ojos que observaban cada paso, había un grupo de amigas que había venido a celebrarme otra vez.
Ante los aplausos de las invitadas, bailamos una canción que nunca había escuchado antes. Después cortamos la torta y Biko se volvió prescindible. El rol del novio suele reducirse a la primera media hora y cuando Biko se fue, yo me quedé en una especie de escenario donde todas las mujeres podían verme y venir a saludarme y felicitarme.
Toda la semana había estado practicando frases en árabe para hablar en su lengua en ese momento. Fue una gran desilusión darme cuenta de que ellas habían estado practicando su inglés y estaban ansiosas de hablarlo conmigo esa noche. Recibí muy poquitos ‘Mabrook’, que significa felicitaciones en árabe, y enseguida me resigné a hablar en inglés y felicitarlas por su pronunciación y fluidez.
La artista que cantaba en vivo me hizo bajar al centro de la pista y me sumé a bailar con las invitadas hasta que terminó la fiesta. Por fuera yo era el centro de atención, pero para mí eran ellas las protagonistas del evento. Yo por dentro me sentía una espectadora privilegiada y solamente podía observar y absorber maravillada cada momento, cada gesto, cada movimiento nuevo para mí.
Le dije a mi cuñado que me había sentido como una invitada en mi propio casamiento y que había sido una experiencia hermosamente única. Mi primera boda en Yemen fue también mi propia boda y, aunque suene absurdo, estoy super agradecida de que me hayan invitado.
📗 Te quiero volver a recomendar la novela de Laura Restrepo “Canción de Antiguos Amantes”. La autora la escribió después de viajar con Médicos Sin Fronteras por Yemen, Etiopía y la frontera somalí. Una historia entre el presente de Yemen y el pasado apasionante de la Reina de Saba.
¿Tenés algún libro que me quieras recomendar? ¿O contarme qué sabés sobre Yemen?
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Espero leerte y ¡hasta la próxima historia!
Pía.
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