Tres festejos: #1 Domingo
La calle de Aden que se convirtió en un salón de fiestas, los bailarines de mawaz verdes y otras tradiciones yemeníes.
Cuando Biko y yo nos casamos en Yemen en el 2021, los festejos fueron tres.
La primera fiesta fue la de los hombres y se celebró en la calle, justo frente a la casa familiar. Biko no había aceptado ningún salón de fiesta alternativo porque quería asegurarse de que las mujeres pudiéramos ver el festejo desde el balcón y que todos los vecinos del barrio pudieran sumarse a la fiesta, aunque no estuvieran oficialmente invitados.
La banda de músicos y bailarines llegó a las seis de la mañana para preparar el escenario. Cortaron el paso al tránsito y en cuestión de horas las veredas se cubrieron con alfombras y almohadones y el camino de asfalto se transformó en una pista de baile. Mientras afuera se montaban las luces y se probaba el sonido, en el interior de la casa se planchaban camisas, se preparaba comida y se decoraba el comedor con flores. Como siempre pasa en ocasiones especiales, los preparativos alteraron la rutina y el aire se llenó de una extraña combinación de nerviosismo y excitación que, junto a los 44 grados de sensación térmica, crearon una atmósfera más de ensueño que de realidad.
Para las siete de la tarde, todo estaba listo. Los invitados en la calle esperaban al novio ansiosos, pero las mujeres lo celebramos primero en la intimidad de la familia con el baile tradicional yemení. Yo me acordaba bien la primera vez que había bailado ese ritmo. Unos años antes en Nueva Jersey, en nuestro primer tiempo de novios, nuestros amigos yemeníes se habían puesto a bailar en el living del departamento y yo enseguida les seguí los pasos. La pareja de bailarines, uno al lado del otro, da tres pasos cortitos hacia adelante y otros tres hacia atrás en línea recta. No soy buena bailarina, pero puedo seguir un ritmo, y este baile yemení me pareció fácil, al menos los pasos básicos. Nunca me hubiera imaginado que los movimientos de cumbia que tanto practicamos en los bailes del club del barrio, en el patio de casa en Nochebuena y en los cumpleaños de 15 me ayudarían tantos años después tan lejos de mi Junín natal.
Esa noche calurosa en Yemen, los más chicos de la familia no podían coordinar los pasos de baile. Biko trataba de explicarles sin resultados positivos y yo decidí intervenir. Me les puse en el medio, un sobrino de cada lado, y les indiqué que miraran y siguieran mis pies. Confié en que mi falta de vocabulario en árabe no sería un problema si seguían mis movimientos. Uno, dos, tres, uno, dos, tres. Hacia adelante y hacia atrás. Estaba muy concentrada en los pasos de los sobrinos que estaban finalmente bailando cuando escuché las risas y los aplausos. La familia había formado una ronda y estaba sorprendida y divertida de que la novia argentina les estuviera enseñando a los chicos el baile yemení.
Alrededor de las ocho de la noche, el novio cruzó la puerta de la entrada principal hacia la calle. Encabezando el grupo iba uno de los bailarines con un mabjara dorado enorme perfumando el camino con bakhur. Escoltando al novio iban sus hermanos, sus sobrinos y el resto de los bailarines. Todos vestían mawaz, una pollera tradicional yemení, haciendo juego con un pañuelo que algunos se ponen en los hombros y otros en la cabeza. Frente al escenario le adornaron el pecho con un collar de flores blancas y el flamante novio se animó a presumir sus movimientos de baile para los invitados que coreaban.




Detrás de la burka que me tapaba el rostro, mis ojos seguían atentos cada detalle desde el balcón. Los movimientos coordinados de las mawaz verdes de los bailarines, la voz grave y ronca del cantante, y las palmas de los músicos animando a los más tímidos a bailar.
A las once de la noche la parte más formal del festejo dio paso a la diversión. Biko entró a la casa momentáneamente a cambiarse de ropa y a los pocos minutos volvió a cruzar la puerta principal. Esta vez, el bailarín que encabezaba el grupo no llevaba un mabjara con bakhur, sino una bandeja con henna1. Siguiendo la tradición, lo sentaron en el medio de la pista y le embadurnaron la cara y el pelo con la henna oscura y viscosa. «Se están divirtiendo igual que como me divertí yo cuando me recibí en la universidad», pensé invadida de recuerdos. Sin embargo, ellos no derrochan huevos y harina, no huelen a podrido y no luchan para sacarse el engrudo del pelo después del festejo. A diferencia de la tradición argentina de ensuciarse en los cumpleaños de 15 y graduaciones universitarias, la henna en los casamientos de los hombres yemeníes les deja la piel y el pelo suave y perfumado para sus futuras esposas, como si fueran a un tratamiento de belleza en un spa.

Cuando se fue el último de los invitados, pasada la medianoche, los hombres volvieron al comedor con las mujeres y pudimos terminar ese primer festejo todos juntos. Compartimos sabaya2 con té adení y comentamos divertidos los eventos de la noche. Una de las sobrinas, amante de la fotografía, nos hizo posar para la cámara. Mientras nos acomodábamos contra la pared, ella configuró la foto automática y se apuró a sumarse al grupo sonriente. Escuchamos el click y la cámara capturó el momento para la posteridad.
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Gracias por leerme hoy.
¡Hasta dentro de dos semanas!
Pía.
La henna es un tinte natural de origen vegetal que tiene muchos usos en Yemen y en toda la península arábiga. Además de perfumar, teñir y suavisar la piel y el pelo, en una ciudad tan calurosa como Aden la henna también se usa para refrescar la piel. Si te da curiosidad, este artículo explica cómo se usa la henna para el pelo.
¿Cómo explicar qué es la sabaya? Mejor te dejo una foto. Se ve como un pan, pero es dulce y se come con miel. Te comparto esta receta por si te animás a hacerla.

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Pia